Uy, cuánto movimiento de repente, noto como si alguien meempujara, no entiendo nada. ¿Qué me sucede, dónde voy? Estoy un poco asustada…cuánta luz y qué ruido y… ummm, qué besitos más ricos; mira ésta debe ser mimamá, es una cerdita preciosa, que me come a besos, me olfatea, me da calor ysu tetita. Mira, mis hermanos, estamos todos aquí fuera con nuestra madre, estoes el paraíso.
Llevo así unos días maravillosos, al lado de mi mamá. Esverdad que estamos un poco apretados todos, pero qué bien estar juntitos.
De repente, oigo un ruido muy fuerte, entran unos señores,mi madre se pone muy nerviosa, empieza a chillar, ¿qué pasa? Me cogen, ¡¡¡mamá!!!,¿dónde me llevan? No me quiero ir, tengo miedo, quiero quedarme con mi¡mamaaaaaaá!
Unos señores sin dientes y con un olor muy raro me miran, seríen, me cogen con poco cuidado y nos vamos. Estoy temblando, llegamos a unsitio lleno de ruido, gente que pasa a toda prisa, y muchos coches y humo. Nossentamos entre unas cajas. Me quedo quieta, estoy paralizada de miedo. La genteal pasar me empieza a mirar, algunos con cara de curiosidad, otros con dulzura.Se acerca una familia con unos niños que echan algo dorado en una caja, me sonríeny yo me intento acercar, son tan simpáticos. Pero el señor que está a mi ladome empuja y me grita: “¡quieta!”. Me entran ganas de llorar, tengo frío quieroir con mamá y esta gente me da miedo. Pasa el rato y tengo hambre. Ellos bebentodo el rato algo que sale de una caja rectangular y tiene un olor muy fuerte. Me acerco a ellos, intento que se den cuenta que tengo hambre y, otra vez, unempujón y un grito para que no me mueva. Cae la noche, el frío y por fin, medan un trozo de algo para comer, ¿pan? No está mal, pero es muy pequeño y duro.Echo de menos la leche calentita de mi mamá, y su calorcito…
Pasan los días y son todos iguales: tengo que estar quieta yno moverme para no enfadar a los señores con los que estoy. Tengo hambre y fríopero no puedo calentarme con nada y no me dan apenas comida y lo que me dan mehace engordar mucho. Siento que voy creciendo mucho, demasiado, cada vez mecuesta más moverme. La gente cada vez me sonríe menos al pasar. Lloro bajitopor la noche para que no me oigan.
Un día llegan unos chicos, se acercan, me saludan, losseñores me regañan como de costumbre y los chicos empiezan a discutir con ellos.No entiendo qué dicen, pero parecen todos muy enfadados. Me asusto mucho, mequedo encogida en un rincón.
Unos días después, vuelven los chicos de la discusión, vanacompañados por señores vestidos de azul. Empieza de nuevo la discusión, seenfadan todos mucho, tiemblo porque me miran, parece que discuten por mí. Uno delos chicos me agarra, los señores que me tienen le empujan, me dan a mí también,pero el chico me coge fuerte y nos vamos. Tiemblo mucho, chillo incluso, tengotanto miedo, dónde me llevan ahora. Me intentan hablar con suavidad, parecensimpáticos y me sonríen pero tengo tanto miedo, no sé dónde iremos ahora.
De pronto se para la furgoneta en la que voy, abren lapuerta y veo un sitio con campo, silencioso, sin coches ni gente que pasacorriendo. Me dejan entrar. Me muevo torpemente y con miedo y desconfianzaentro. Se acerca un carnero que me dice: “Hola, soy Felix, bienvenida a tunuevo hogar”.
Y una gatita blanca, muy delgadita, de piel delicada, que sefrota contra mí y me dice: “Soy Gala, tranquila, ya estás en el lugar donde losanimales viven felices”.
Y me traen rica paja, y bolitas sabrosas, y todos me hablancon dulzura y no me obligan a dejarme tocar, ni empujan. Aparecen otros cerdos,y ovejas y perros. Y todos parecen felices y me reciben con alegría. Parece queel sufrimiento ha acabado.
Han pasado los días, todos me llaman Zai. Me miman, headelgazado y he conocido lo que es corretear y jugar con otros animales. Estoyen lo más parecido al paraíso, después de mi mamá, que podría llegar a estar. Graciaspor darme esta oportunidad.