Siempre se ha dicho que olvidar las barbaridades del pasado nos condena a repetirlas en el futuro. El avance social y civilizado, ha procurado derechos a individuos que no los tenían y mejorado las condiciones de vida de algunas personas privilegiadas. Según la humanidad se desarrolla se condenan aspectos que nos avergüenzan de nuestra propia historia, que en la actualidad nos parecerían impensables y nos cuesta entender como fuimos capaces de permitirlo.
En los idearios más extendidos, escuchamos discursos “políticamente correctos”, utilizados como mecanismo para invisibilizar los ideales latentes que se esconden tras ese “lavado de cara”. Esto quiere decir que lejos de superar ciertas tradiciones o ideales, en ocasiones se muestra una imagen que no coincide con la realidad. Cuando se comienzan a promover cambios sociales, lo último en cambiar son las mentalidades. Conocer la teoría a la perfección no implica que el cambio sea real. Incluir en nuestra identidad lo aprendido es un proceso mucho más largo, pero solo interiorizándolo se llega al verdadero aprendizaje.
La humanidad no para de evolucionar, para bien o para mal. El desarrollo social es un proceso largo en el que modificamos hechos que entraban dentro de lo cotidiano/natural/normal que finalmente hemos despechado por considerarlo anticuado o porque no entran dentro de los intereses actuales. Al igual que hemos terminado con tradiciones consideradas crueles e injustas, aún nos quedan por pulir muchos aspectos que en algún momento terminarán por extinguirse.
Vamos a rescatar de la memoria a aquellas mujeres que cimientan la historia humana. Aquellas que han amamantado durante siglos a las crías propias y ajenas. Son las nodrizas o amas de leche. Las clases más altas y poderosas a lo largo de la historia, siempre han podido servirse de una nodriza, mujeres que por su condición de clase (por pertenecer a los sectores más empobrecidos) se ven con la necesidad de utilizar su lactancia para sobrevivir. Estas mujeres amamantan y crían a los/as hijos/as de las familias más pudientes, ya que son estas las que pueden permitirse costear estos servicios. Las nodrizas han existido desde la prehistoria, en todas las épocas. La valoración social que han obtenido ha sido cambiante, desde la consideración y estima más alta, hasta el trato como esclavas sin ningún derecho sobre sus vidas. En todas las colonias sometidas por el estado español existían mujeres esclavas que fueron obligadas a amamantar a las crías de las familias blancas de clases dominantes. Como es sabido, para que una mamífera produzca leche necesariamente tiene que tener una cría. Estas mujerespara tener leche, tenían que tener un/a hijo/a propio/a. Una vida de esclava reducida al servicio de la clase dominante. Ahora nos llevamos las manos a la cabeza al pensar sobre estos hechos, pero en su momento era lo más natural y cotidiano.
En la actualidad mantenemos esclavas a millones de mamíferas condenadas por su capacidad de producir leche. Ya no es correcto obligar a humanas a hacerlo, sin embargo, a madres de otras especies si es perfectamente asumible. Millones de vacas viven un infierno dentro de la industria lechera. Pasan años soportando embarazos (cabe decir violaciones) incluso aún produciendo leche del embarazo anterior para que nunca dejen de producir. Obligadas a soportar el dolor de ver como se llevan a sus crías nada más nacer para que no se tomen la leche. Crías que por cierto son utilizadas como carne. Viviendo durante años en un espacio reducido sin posibilidad de movimiento hasta que dejan de ser productivas, económicamente no rentables, y enviadas al matadero. Una vida de esclava reducida al servicio de la especie dominante.
Solo tenemos que cambiar el tipo y el sujeto de privilegio para entender que estamos ante dos sistemas de opresión que responden a discriminaciones muy parecidas. Mientras que en el caso de las nodrizas es la clase alta la que utiliza su privilegio para esclavizar mujeres de clases pobres (opresión de clase); en el caso de la industria lechera, es la especie dominante, la especie humana, la que utiliza su privilegio para esclavizar a las demás especies, en este caso las vacas (especismo).
Es más lo que nos une que lo que nos separa; al fin y al cabo hablamos de madres que no pueden criar a los/as suyos/as como les gustaría, mamíferas utilizadas y esclavizadas para los intereses de otros/as.
El hecho de que se asuman determinadas formas de vida o tradiciones como “lo normal” no significa que esté bien, que sea lo correcto o que sea justo. La historia nos demuestra que en ocasiones se han extinguido tradiciones que actualmente serian impensables. Ese debe ser nuestro objetivo, luchar por acabar con lo injusto. La responsabilidad de cambiar el mundo está en nuestras manos, pero sobre todo, en las manos de nuestra población infantil. Son en ellas/os en las/os que tenemos que destinar todos nuestros recursos y focalizar nuestros valores para que el día de mañana se conviertan en personas empáticas con las demás especies, y para ello, tenemos que reflexionar sobre la educación, sobre nuestras intervenciones y sobre los recursos que utilizamos.
En el departamento de educación de El Hogar ProVegan proponemos algunas alternativas, por ejemplo, cuentos que relatan las vidas de los habitantes de nuestro santuario de animales. Historias de superación y supervivencia, en las que cada habitante nos aporta valores de los que aprender.
¡Os animamos a crear nuevos recursos y a compartirlos entre todas/os! ¡Utilicemos nuestra creatividad para construir herramientas educativas que promuevan la empatía y la compasión!
Aquí encontraréis el cuento sobre Ruby y Lucille. Lucille es una mamá vaca que fue utilizada durante años por la industria lechera, donde vio como la separaban de sus hijos, hasta que nació Ruby. En ese momento, el destino de ambas vacas cambió por completo, fueron rescatadas y llevadas al santuario y ahora viven felices, respetadas y en libertad. Este cuento es un recurso clave para concienciar, de una manera positiva, sobre la situación de las vacas utilizadas para producir leche.
El primer paso para el cambio: la educación.