A menudo, tanto docentes, padres y madres, y en general la comunidad educativa que participa en el desarrollo integral de los/las niños/as, actuamos y tomamos decisiones sin pensar en lo que implícitamente estamos transmitiendo. Ciertas prácticas, que se desarrollan sin ningún tipo de mala intención, nos transmiten un cierto desapego emocional con los animales, al verlos y considerarlos como meros productos que podemos utilizar en beneficio de los humanos.
Por esa razón, pensamos que es importante reflexionar, sobre todo en el ámbito educativo formal (las escuelas), sobre las actividades que llevamos a cabo con nuestros alumnos, ya que detrás de ellas, se respalda un marco de actitudes y valores que nos enseñan a vivir en sociedad, a coexistir. Por lo tanto, es imprescindible que siempre nos rijamos por los compasivos, los que implican respeto y paz.
A continuación, se exponen algunas de las prácticas que se desarrollan en los centros educativos para proponer su reflexión y posibles alternativas:
– Utilización de un vocabulario especista, común en la sociedad en general.
* Se debe tener cuidado, al igual que con otras formas de discriminación como el racismo o el sexismo, que el vocabulario utilizado no sea especista. Junto a los alumnos se puede reflexionar sobre este tema y buscar otras opciones.
– Uso habitual de cuentos y canciones donde los animales son catalogados de por sí como “malos” (lobos), “sucios” (cerdos), “tontos” (burros), etc.
* Los animales no deben ser etiquetados con atributos despectivos, simplemente ceñirse a sus características. Es importante reflexionar sobre esto con los alumnos y proponer cambiar éstos aspectos.
– Materiales curriculares. Muchas veces tenemos en clase libros, fichas, láminas, puzles, juegos etc., en los que no reparamos y que presentan a los animales como seres a los que podemos utilizar en beneficio propio.
* Las alternativas podrían ser: modificar el material si se puede, utilizarlo para el debate y luego dejar de usarlo, reemplazándolo por otro que sea respetuoso. Los propios alumnos pueden hacer de detectives y buscar dónde podemos encontrar especismo. De esta manera estarán alerta y se darán cuenta por ellos mismos de la normalidad de éste aspecto, igual que pasa con el racismo o el sexismo.
– Tener animales en clase para observarlos. Tortugas, gusanos de seda, huevos de gallina, hormigas, pájaros… Que permanecen allí, encerrados en el aula ante la mirada de los alumnos. Los hay, además, que se transportan cada fin de semana a la casa de un alumno diferente.
* Una posibilidad es ver vídeos, que presentan de forma real e incluso con mucho detalle, los animales, sus características y formas de vida. Si se puede, la mejor alternativa es observarlos en la naturaleza, en su medio. Debemos fomentar en los alumnos una actitud de empatía hacia los animales, formando su educación emocional, la que después determinará la violencia que éstas personas puedan ejercer contra otros. Cuando hay violencia hacia animales muchas veces se acaba ejerciéndola hacia los humanos (Incluso el FBI ficha a maltratadores de animales como posibles futuros violentos).
– Llevar al colegio a sus “mascotas” para tenerla un día en el aula. Con el consiguiente estrés cuando los levantan sin cuidado, sufren el ruido ambiental, las jaulas o peceras reciben golpes… Muchos van además sin comida ni condiciones adecuadas (son cambiados de jaula para poder llevarlos en una más pequeña aún…)
* Los animales nunca deben ser considerados objetos que no sienten. Son parte de la familia. En éste aspecto la empatía también juega un papel importante. Educar en el respeto hacia otros debería ser una obligación.
– En algunos centros, incluso se diseccionan cadáveres de seres pequeños como ranas.
* Hoy en día hay simulaciones interactivas, incluso para pizarras digitales, que permiten examinar a los animales, sin sufrimiento por ambas partes. Además, implícitamente se obliga a manipular un ser sin vida, algo que mengua la sensibilidad.
– Salidas, excursiones y visitas escolares a zoos, acuarios, circos…
*La base principal que rige nuestro sistema de valores es la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro, y sentir lo que él siente. Los animales son seres sintientes, por lo tanto, con unos intereses por conseguir bienestar. Asistiendo a esos lugares, no solo participamos en su sufrimiento, sino que normalizamos esa conducta, bajo el pretexto de que si no fuera por ellos, nunca podríamos ver en persona a esos animales. Bajo fines educativos, transmitimos que sólo para nuestro beneficio, es lícito infringir sufrimiento ajeno. Al igual que no tiene un impacto negativo en nuestro desarrollo nunca haber visitado Australia, tampoco lo tiene no haber visto de cerca a un oso polar. Existen muchos otros medios para conocer la vida animal de nuestro planeta, sobretodo hoy en día, con las tecnologías de la información y la comunicación. Documentales, libros, vídeos, programas informáticos, aplicaciones, juegos interactivos… todos ellos son la opción más ética.
– Visitas a granjas escuela.
*La gran contradicción. Pensamos que nuestros alumnos deben visitar esos lugares con el fin de descubrir la fuente de nuestra alimentación. Lugares que no tienen absolutamente nada que ver con la realidad de la industria alimentaria. Si verdaderamente quisiéramos mostrar a nuestros alumnos información veraz y ajustada a la realidad (que es lo que deberíamos hacer siempre, en todos los casos), entonces deberíamos llevarlos a las granjas de explotación o a mataderos. Y porqué no es así? Es una cuestión que impera la profunda reflexión y autocrítica.
– Trabajo sobre la pirámide de alimentos.
*Éste aspecto debería ser dinámico y flexible, ya que debe respetarse la diversidad. Como educadores, no debemos limitar a una, el tipo de alimentación que mostramos a nuestros alumnos. La pirámide alimenticia variará en función de la cultura, también de las condiciones de salud como intolerancias y alergias, de formas de vida como el veganismo, etc. Así que una alternativa podría ser estudiar todo tipo de alimentación y sobretodo, que los centros sean coherentes con esto respecto a los menús ofertados en su comedor escolar y a su política de desayunos.
– Exposición y utilización de objetos (muchas veces típicos, del entorno, antiguos) que han sido elaborados con materiales de origen animal, como cosas de cuero, seda, lana, etc.
*En la actualidad, existen muchas alternativas éticas para sustituir éstos materiales en las actividades de aula. Debemos reflexionar sobre el origen de los materiales cotidianos con los alumnos, y el impacto ambiental y en la vida de otros seres que generan. Sólo así, caminaremos hacia una sociedad más sostenible. Es importante que los/las niños/as descubran todas estas relaciones de causa efecto en las decisiones cotidianas que toman.
– Centros educativos con pinchos en sus muros y ventanas para que las palomas no se posen o artilugios como trampas para cazar “seres indeseables”.
*Éste hecho, implica por sí mismo, la vanidad humana. Debemos educar en la coexistencia pacífica, no solo entre humanos, sino con el rico ecosistema del que formamos parte. Si no, estamos educando en que algo molesto debemos apartarlo, restándole sus derechos y anteponiendo los nuestros sin miramiento. Aplastar insectos, cazar roedores, y en definitiva, deshacernos de aquello que en ese instante nos incomoda son prácticas que transmiten valores de antropocentrismo, egoísmo, desprecio, insensibilidad, etc. Deben buscarse alternativas que generen actitudes de respeto en nuestros alumnos, como rescatar a los animales que están en peligro (ya que si se encuentran en el aula pueden sufrir algún daño) y llevarlos a lugar seguro.
Visto todo esto, es interesante parar a pensar en las cosas que hacemos a diario, reflexionar, hacer autocrítica y valorar alternativas, sobre todo por la gran responsabilidad que acarreamos, la de servir de ejemplo y facilitar el desarrollo integral de nuestros peques.
Hola me gustaría saber más sobre vuestra opinión de las visitas escolares a las granjas escuela. Cuando decís «con el fin de conocer la fuente de nuestra alimentación», puedo deciros q en mi cole se realizan este tipo de actividades pero no con ese fin, sino simplemente con el de estar en contacto con animales de granja y realizar diferentes talleres que allí se desarrollan. Qué opináis? Soy vegana desde que os conozco, maestra y no quiero ir a la granja escuela con los demás compañeros y alumnos, que ya tienen organizada la actividad. Ya he estado antes en granjas escuela y no me gustan las condiciones en que tienen a los animales, por lo menos la que yo conozco. Puedo negarme a ir? Trabajo en la escuela pública.
Hola, Ana. Las «granjas-escuela» son, como su propio nombre indica, lugares de explotación en los que se enseña que el resto de animales son productos para nuestro consumo. Si nos paramos a pensar, los talleres que ofertan habitualmente giran en torno a los animales como productos de consumo (ordeñar, hacer queso, recoger los huevos de las gallinas…). Además, en estos centros de explotación animal llamados «granja-escuela» no se expone la realidad que hay detrás de, por ejemplo, un vaso de leche. Perpetúan la concepción de los animales como productos de los que sacar máximo provecho material. Por otro lado, te animamos a que desde tu papel de docente de la escuela pública emplees diferentes materiales que tenemos colgados en este blog para sembrar semillas de respeto y empatía en tus alumnos y alumnas. Un abrazo, muchas gracias por tu comentario.