Érase una vez un carnero que nació cerquita de su mamá, como el resto de ovejitas. Sin embargo, al resto las separaron enseguida; él no entendía cuál era la diferencia, pero pensó que era muy afortunado por poder seguir allí. Y creció y se convirtió en un carnero muy guapo y apuesto. Y entonces un día, de buenas a primeras y sin avisar, lo cogieron y se lo llevaron. Al principio estaba muy asustado y no entendía nada, no sabía dónde iba. Le metieron en un camión lleno de ruidos y frío y cuando llegó a su destino vio muchas ovejitas que le miraban curiosas. Le llamó la atención que ninguna tenía cuernos como él, solo había chicas. De entre todas las ovejas le presentaron a una para que fuera su pareja, a él le gustó mucho y pensó que no había sido tan malo tener que hacer ese viaje. Sin embargo, en cuanto hizo buena amistad con ella, otra vez, de buenas a primeras y sin avisar, lo cogieron y se lo llevaron. Esto le pasó una y otra vez, cada vez que conocía una nueva oveja que le gustaba como compañera, se lo volvían a llevar. Él lloraba, pero como no le saíian lagrimas como a los humanos, ellos no se creían que el carnero pudiera amar. Otras veces llegaba a sitios en que las ovejas no le gustaban, y entonces estaba deseando irse de allí. Y así pasaba su vida, de un lado a otro, sin saber nunca dónde iría. El pobre carnero se sentía muy triste, pero intentaba no perder la esperanza de que algún día podría quedarse en alguno de los sitios que le gustaban.Sin embargo, una fría noche, de las muchas que pasaba solo, recordando a su madre y todas las compañeras que había dejado por el camino, entraron unos perros que, también desesperados por la mala vida que llevaban, le atacaron. No podía entender por qué a él. Se intentó defender con sus cuernos, pero ellos eran muchos. Baló con todas sus fuerzas por si alguien le oía. Y cuando ya pensó que no había nada que hacer, aparecieron varias personas que lo cogieron, lo llevaron al lugar donde los animales viven felices y confiados, le curaron las heridas y le amaron. Y pudo ver otros animales con cuernos como él. Felix, que así se llama ahora nuestro amigo, tiene nuevas compañeras ovejas de las que ya no se tendrá que separar. Y perros felices que le acompañan y le protegen. Y tiene una mamá humana que lo mima y cuida sin parar y todos los días recibe una ración de masajes y mimos para que vuelva caminar. Ha conocido muchas personas que lo cuidan y ha demostrado lo agradecido que está a la oportunidad que le ha dado la vida, que se esfuerza sin parar, poder volver a caminar.
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