Si pensamos en nuestro yo infantil, ¿se sentiría orgulloso de nuestro yo actual?
Nacemos sin prejuicios, sin miedo, sin violencia… Poco a poco nos vamos transformando en la persona que actualmente somos.
Proponemos unas pequeñas pero grandes pautas para poder mantener ese amor y respeto que sentimos de niños hacía los animales y para poder cultivarlo y no perderlo al crecer.
El modelo de referencia de los menores, que suele ser la familia, va a ser determinante en el aprendizaje de valores:
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La educación en la igualdad, sin prejuicios, siendo la figura de referencia ser el “ejemplo a seguir” llamado, comúnmente, ”con nuestro ejemplo».
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Cuidado con el lenguaje que utilizamos a la hora de comunicarnos y expresarnos; por ejemplo, evitar los insultos que suponen un prejuicio hacia los animales (¡que rata!, ¡eres un burro!,¡ te comportas como un cerdo!, ¡zorra!, ¡gallina!…)
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En la infancia y adolescencia nos influyen mucho los medios de comunicación. Vemos a diario violencia en la televisión, modelos de consumo, estereotipos… Debemos cuidar de los menores, explicando las situaciones a las que nos enfrentamos, inculcando otros valores que a menudo no suelen coincidir con los que nos marcan desde los medios.
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La educación emocional es la capacidad de reconocer nuestros sentimientos y los ajenos, sabiendo manejarlos, esto implica saber “ponerse en el lugar de otro”.
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El desarrollo de habilidades sociales, que podemos definir como conjunto de conductas que nos permiten interactuar y relacionarnos. Algunas habilidades sociales serían el autocontrol, autoestima, la asertividad, la empatía.