Cuento para Ruby

Clara y Lucille en El Hogar ProVegan

El 14 de abril de este año la tragedia partió en cien pedazos a El Hogar ProVegan. 


Clara
y Lucille fallecieron a causa de dos accidentes desgraciadamente encontrados en el tiempo.

Ambas tenían un nexo en común además de su profunda amistad: Ruby.

Nuestra querida Ruby ha quedado huérfana por partida doble ya que su mamá era Lucille y su gran amiga era Clara.

Imaginaos…

Por ello, y puesto que mañana es el día de la MADRE queremos rescatar un bello cuento que elaboramos allá por 2014.

Descansad en paz, Clara y Lucille. Y a ti, Ruby preciosa, haremos todo lo que esté en nuestra mano para que seas feliz el resto de tu vida. ❤

 

Cuento para Ruby

 

Era un lindo día de primavera. Los primeros rayos de sol calentaban agradablemente la piel. Los brotes de los árboles se mecían suavemente con la brisa. Se respiraba paz y todos los animales estaban tranquilos disfrutando de las primeras horas de la mañana. 

Bueno, todos menos los humanos que ya habían empezado a ir y venir, sin parar de hacer cosas. Pero a Lucille no le distraían lo más mínimo. 

De pronto, su niña Ruby se acercó y empezó a mamar. Como cada mañana, como cada tarde y cada vez que ella quería. Y así, entre el calor, el olor de su pequeña y la calma que se respiraba, mamá Lucille se perdió en sus pensamientos:

Y pensó lo afortunada que era su bebé Ruby de no haber vivido prácticamente lo que ella vivió. Lucille no recuerda a su madre, ni su olor, ni su sabor. 

No recuerda ya la cantidad de compañeras que estuvieron a su lado, encerradas como ella en un cubículo enrejado y fueron desapareciendo. 

Sí que recuerda muy bien a su primer hijito. Su olor, su calorcito, cómo se levantó a su lado, estiró la cabecita y empezó a mamar, mientras ella lo lamía, con el instinto y las ganar de amar que todas las mamás mamíferas tienen. Y nunca podrá olvidar la sensación de cuándo se lo llevaron, su carita de susto, cómo ella se revolvió, y mugió fuerte, cada segundo más fuerte, y dio coces, y embistió con sus cuernos, que nunca antes había usado…

Pero todo dio igual.

Tampoco podrá olvidar nunca la sensación de unos tubos fríos robando la leche de su bebé. Y esto no pasó, ni una ni dos veces…

Pero como la vida es maravillosa e imprevisible, cuando nació su bebé Ruby sucedió algo distinto. 

No les separaron y a los pocos días les subieron en un camión. Empezaron un largo viaje. Unos humanos les hablaban con voz dulce todo el rato, pero ella no se fiaba. Intentaba estar tranquila para no preocupar a Ruby, pero su corazón latía con mucho mucho miedo.

Tras varios días, las puertas del camión se abrió la puerta y… 

¡Había sol ☀, árboles ?, espacio libre…!

Nadie les metió prisa para bajar, ni para ir a un sitio o a otro. No les empujaron, no les separaron. De hecho, les habían preparado un recinto especial, sólo para ellas. Ruby no se separaba de su madre y Lucille poco a poco se fue relajando.

La pequeña Ruby poco tardó en avisar: “mamá, mira, una vaca como nosotras”. Y sí, Clara se acercaba tímida y curiosa a mirarles; también parecía feliz y confiada y eso le dio seguridad a Lucille.

 -Mamaaaaaaá, mamaaaaaá, que no me oyes – gritó Ruby de pronto.

 – Dime cariño, tienes razón, estaba perdida en mis pensamientos.

 – Me voy a jugar con Clara, mira lo que hacemos eh, que hemos aprendido un juego nuevo.

 – Claro que sí.

Y mientras las niñas jugaban, Lucille miró de reojo a la humana que siempre estaba allí con ellas. E intentó entender por qué las eligió a ellas, por qué trata así de bien a tantos otros animales, por qué… 

Da igual, se dijo, lo importante es que ocurre, y que ojalá suceda cada vez más. Y rumiando sin parar, Lucille volvió a perderse en sus pensamientos…

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