Hace ya unos años que en bastantes colegios no se celebra el día de la madre ni del padre.
Se ha optado por el día de la familia. Los cambios sociales hacían para los pequeños, en días como esos, incómoda la situación de tener “dos padres”, el biológico y la nueva pareja de la madre, o “dos madres”, o llevar un regalo para un progenitor al que no se le entregaría por no llevarse bien la expareja. También podía haber dos padres homosexuales, o ser huérfanos…
La situación era más penosa que feliz para algunos, y no se trata de sufrir.
Con el día de la familia no es que se solucione todo, pero el/la niño/a tiene la opción de dejar su regalo en casa “para todos”.
En clase elegimos entre unos diseños que teníamos e hicimos un portarretrato. Es algo típico, es cierto. Dibujar a su familia.
Los/las maestros/as solemos asomarnos a los diseños infantiles con ojos de psicólogos aficionados. Debe ser defecto profesional. Los miembros que se dibujan, el orden en que son dibujados, dónde son situados, los colores, los gestos, los borrones, las proporciones…
Cuatro alumnos/as de mi clase de 5 años incluyeron en su retrato al animal que vive con ellos. En todos los casos, perros.
La necesidad de que la “mascota” deba entrar en el grupo con todos los honores delata la vivencia que se tiene en esa casa, en esa familia, para con el perro. Y también la empatía que se ha ido sintiendo en clase.
Muchos han descubierto que “su gato” puede querer esto o lo otro y no lo que nosotros le impongamos, que su pájaro tal vez sería más feliz sin la jaula, por mucho que cante, o que el pez Nemo está en un acuario pequeño pese a que tiene un cofre en el fondo, comida y oxígeno.
Como dice ahora la “dueña”, Nemo es un pez payaso, pero no se ríe. Como justificándose, ella asegura que lo cuida muy bien y tiene un acuario bien grande y bonito.
No se ha tratado de inculcar ideas preconcebidas, cosa que no serviría de nada sin que se sienta de verdad. Sino de pensar, de pronto, en cómo se sienten los demás. Los compañeros, los habitantes de sus casas en general. Este trabajo de la empatía se desarrolla también en previsión del acoso escolar o la violencia de género o el racismo.
Solemos comentar cómo nos sentimos y cómo están los compañeros. Cómo pueden repercutir nuestras acciones sobre los demás y la sensación de grupo. Un grupo que no debe ser cerrado ni excluyente, sino que se amplía a los demás niños, a los adultos que se cruzan en sus vidas, las personas que vemos en las noticias…
Hacer pensar es un reto. Y un entrenamiento. Cuando te acostumbras a ver en cada situación a los demás desde el punto de vista de sus sentimientos tu visión del mundo cambia. No es que todos en cada momento lo tengan presente, pero sí es verdad que muchas veces y bastantes niños son observadores de la situación a la que se enfrentan las personas, los animales y el medio.
Pareciendo un objetivo complicadísimo, que lo es, la práctica cotidiana puede hacer que pequeños gestos cambien realidades, pequeñas quizás, pero grandes para mucha gente.
Esos perros en el cuadro familiar hacen de esos niños unos seres que han detectado el amor antiespecista, al menos en pequeña escala, que no es poco.
Cuando comentaron al resto su dibujo, los adultos quizás pensarían que siempre se les había encasillado la familia de una manera y sin embargo cada uno tenía un tipo de familia diferente, todas respetables. Los niños a esta edad ya pueden entrar en la dinámica de “quedar bien”, pero cuando el ambiente es de respeto no hay que contestar lo correcto, y aceptan opiniones, las rebaten o admiten sin mayores problemas.
Algún dibujo cambió luego de la exposición oral. Surgieron familiares olvidados y algún animal también. El diálogo siempre hace surgir nuevos modos de ver las cosas. La visión de los otros y de nuevos mundos por descubrir. Quizás todos deberíamos hablar más y escuchar muchísimo más todavía.
